Graham Hill es canadiense, millonario y apasionado por lo pequeño, móvil, plegable y abatible; ya lo contaba el otro día en “Una mirada ecológica y frugal”.
Hoy quiero celebrar su apartamento en el Soho neoyorkino: 40 m2, 2 camas de invitados, mesa para 10, cocina con adminículos para grandes eventos y espacio para guardar casi de todo.
¿Cómo?
La idea es dar forma al espacio resultante de la intersección de los conjuntos de sus necesidades; el lugar del mínimo común múltiplo de su universo doméstico.
El plan, sencillo: convertir las paredes en contenedores, que alguna de ellas se mueva y contar con un mobiliario plegable o abatible.
Es sorprendente cómo una idea tan sencilla permanece tan alejada de nuestra forma de diseñar viviendas; seguimos aplicando con naturalidad la razón de una estancia por actividad, despreciando nuestra diversidad y el deseo de hacer en nuestras casas algo más que comer, dormir y ver la tele.
Dejando a un lado el hecho de que la inmensa mayoría de nosotros sólo tenemos acceso a viviendas pequeñas, ¿sería razonable que una vivienda para 3 personas con 3 aficiones cada una (por ejemplo yoga, lectura y cine) se resolviera añadiendo 9 estancias a los tradicionales dormitorios?
Pues eso.
Por cierto, el apartamento está en venta por 1 millón de dólares ¿alguien se anima?
Reportaje de Kirsten Dirksen.
La verdad que es increíble el partido que le ha sacado. Châpeau.
Me alegro de que te haya gustado.
Gracias por tu comentario, Clara.
La multifuncionalidad, comodidad y limpieza visual da que pensar. Excelente, elegante y práctico.
Pues es posible en todas nuestras casas.
Gracias por tu comentario, Faust.
Menos es más!
Un articulo interesante de un proyecto aparentemente sencillo pero a la vez complejo, los espacios pequeños a veces son las más difíciles de resolver.
Un espacio pequeño resuelto de manera espectacular. Gracias por tu comentario, Vânia.
El diseño minimalista y racional del apartamento me encanta, pero sigo pensando que espacios así son incómodos para más de dos personas, precisamente porque esa intersección de necesidades suele entrar en conflicto con la intersección de los tiempos.